Restos del calero del Karabezu |
Tal vez, teniendo en cuenta la toponimia, no es casualidad que en este monte hasta principios del s. XX se estuvo explotando una cantera de caliza. Cantera que durante muchos años, al igual que otras que hubo en el pueblo eran comunales. De esta cantera se sacaron piedras que fueros usadas para mapostería de algunos caseríos y de algunos muros.
Además del monte y de la cantera, la zona a finales del s. XIX era boscosa, por lo que entre otras cosas había leña y también argoma, una planta que se usaba para dar de comer a los animales, así como para quemarla para cocinar o calentarse en los caseríos.
En 1879 se hace una petición para construir un calero en la falda del monte, con el que poder hacer cal, a partir de la roca caliza que se extraía de la cantera, y del fuego que surgía al quemar argoma y leña. La zona tenía los dos elementos para conseguir la cal, la piedra caliza y el combustible. Los artesanos hacían la cal a partir de tratar a la piedra caliza térmicamente. Era algo habitual que los caleros se construyeran cerca de las zonas donde hubiera caliza, cuestión que diferencia de las "haizeoleas".
Actualmente el calero está en ruinas, abandonado irremisiblemente, después de que dejara de ser útil con la llegada de la cal industrial. A día de hoy, construido aprovechando el desnivel existente, apenas queda parte de lo que fue la cavidad, de unos 3 metros de alto y 3 metros de diámetro, restos de arcilla roja en las paredes, que se cocía con el calor y servía de aislante, así como algunas rocas calizas de alrededor, algunas, puestas recientemente en forma de muro, en lo que fue la salida del calero.
Restos de arcilla roja en la pared interna |
Así, en este calero se fabricaba la cal que hace muchos años tuvo diversas funciones. En este sentido, la cal servía como ligante en la construcción en mortero mezclado con arena, revoques que daban protección extra a la pared externa de los caseríos, para blanquear las paredes, que además del aspecto estético y servía de desinfectante y evitaba la propagación de enfermedades (fue muy habitual en las paredes de las Iglesias). Además se usó para prevenir infecciones en el caso de enterramientos de cadáveres durante las epidemias, en la que la cal tuvo su importancia (como en la última epidemia de cólera que hubo en el pueblo en 1893) e incluso para tratar la acidez en los suelos de algunos cultivos.
A día de hoy, en Erandio sólo hay constancia de los restos de este calero, y sería interesante tal vez algún tipo de estudio más en profundidad.
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